Los Felices Años 20

Siglo XX, Cambalache 

Los años 20 llegaron al siglo XX arrastrando las cicatrices de la Primera Guerra Mundial y los cadáveres de la Gripe Española. En total, se cree que hasta 80 millones de personas fueron aniquiladas por la furia de las bombas y la infalibilidad de los virus durante los primeros años de este “siglo veinte, cambalache, problemático y febril”. Por eso, tras lustros de muerte y confinamiento, la sociedad occidental se entregó al hedonismo y a la modernidad, llenando las ciudades de charleston, rascacielos y señoritas con pelo corto que fumaban al volante de sus relucientes descapotables. Bienvenidos, queridos, a los locos y efímeros años 20.
 

(Noches locas en Lisboa)

Y mi querida Lisboa, siempre tan cosmopolita y luminosa, no iba a ser menos. A pesar que Portugal seguía arruinado tras décadas de regicidios, pandemias y revoluciones, la capital vió como se proyectaban nuevas avenidas, se inauguraban teatros y abrían lujosas cafeterías donde los ligoteos estaban garantizados a la hora del té y las miradas prometían tardes de lujuria desenfrenada. Mientras, en el Chiado, el barrio más burgués y sofisticado de la ciudad, las boutiques exponían la última moda traída de París con las que las adineradas muchachas presumían de piernas bailando en los cabarets más escandalosos, como el Club Maxim`s, donde corría la juerga, el alcohol y la cocaína. 


(Viva la Vida!) 

Fueron los años de la Belle Epoque y de la liberación de corpiños y costumbres asfixiantes. Las aburridas tertulias en los salones de los palacetes decimonónicos fueron sustituidas por las bulliciosas tardes en las carreras de caballos o los picnics en las playas de Cascais y Estoril, en las que la piel de las chiquillas dejaba de ser un secreto para los ojos ávidos de los jovenzuelos alucinados por la honestidad de la carne.
En los años 20 el futuro prometía jolgorio, prosperidad, vida. Nada de esto sucedió. En 1926 un Golpe de Estado trajo consigo un joven profesor llamado Oliveira Salazar y con él una dictadura que se eternizó cuarenta insoportables años. En 1929 las bolsas mundiales reventaron y 10 años después un criminal de bigote ridículo decidió invadir Polonia y el mundo jamás sería el mismo. Hoy sólo queda la memoria de aquella década dichosa en la que lo único que parecía importar era exprimir los días al ritmo de foxtrot en un night-club en el Chiado. Ni tan mal.  

Las modernas de todas

En el Chiado, en frente al café A Brasileira, una veinteañera con shorts y tatuajes se hace un selfie sentada encima de una estatua de un señor con bigote, sombrero y aire un tanto circunspecto. Nunca imaginó Fernando Pessoa, ni mucho menos sus famosísimos heterónimos, convertirse en un reclamo para turistas de crucero e Instagram, él que es considerado el más importante escritor del idioma portugués y uno de los máximos representantes de Modernismo, la corriente artística que revolucionó la vida cultural, social e incluso sexual de aquella Lisboa de Entreguerras.
 

(Fernando, ten paciencia)

Este movimiento no sólo aglutinó a grandes poetas como Mário Sá-Carneiro, como también a pintores tan vanguardistas como Almada Negreiros o Bernardo Marques, cuyas obras se exponían y comentaban en los míticos cafés Martinho da Arcada o la Chave D’Ouro. El Chiado era el centro del mundo y nadie quería perderse las nuevas propuestas de aquellos jóvenes artistas influenciados por las nuevas corrientes venidas de París o Berlín. 
 

(Ana Gonta Colaço es guay)

Pero para modernas Milly Possoz y su pandilla de amigas estupendas, como Alice Rey Colaço o Raquel Gameiro, pijas lisboetas insuperables, que tuvieron acceso a la mejor educación, estudios y contactos en el mundo del Arte. Estuvieron presentes en todas las exposiciones que interesaban, se codearon con los más importantes artistas del mundo, como la super pareja formada por Robert y Sonia Delaunay y no había sarao, concurso y exhibición colectiva a la que no fueran invitadas. Como ellas, la prolífica Adelaide Lima Cruz y su novia, la escultora Ana Gonta Colaço, tuvieron libertad creativa y vital en unos años en los que las mujeres no tenían derecho a voto, cuanto más a acostarse con quien querían. Para ellas los años 20 no fueron locos, sino felices.

Reivindicando lo obvio

Los años 20 no fueron sólo vanguardia, jazz y señoras fenomenales bebiendo absenta en los clubes del Bairro Alto. El 70% de la población portuguesa era analfabeta y rural y la joven Primera República se veía incapaz de hacer frente a la insatisfacción popular provocada por la inestabilidad política, la inflación y la escasez de alimentos. Las calles de las grandes ciudades eran escenario de revueltas y las manifestaciones de anarquistas, sindicalistas o comunistas eran casi constantes. 
 

(A tortas en la República)

El movimiento feminista durante estos años fue igual de combativo en su lucha a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, e inspirado por el espíritu de la pionera Liga Republicana de las Mujeres Portuguesas fundó revistas, publicó manifiestos, presionó a los políticos y organizó tres Congresos Feministas en los que las activistas reivindicaron el derecho al voto y a la educación y exigieron la baja maternal para las mujeres trabajadoras, la seguridad en las relaciones sexuales dentro del matrimonio y la abolición de la prostitución. Pero lo que para estas feministas era obvio en los años 20 tardó medio siglo en hacerse realidad en Portugal.
 

(El Feminismo es ahora)

Porque, como dijo en 1928 la increíble Adelaide Cabete, “todas las doctrinas tienen sus detractores, pero ninguna los ha tenido tan vehementes que el Feminismo”. Esta médica nacida en el Alentejo más profundo en 1867 y que fue analfabeta hasta los 17 años, se casó con un señor valiente que vendió todas sus tierras y dejó de trabajar para que ella luchara hasta el final de sus días por la igualdad, la seguridad y el bienestar de todas las mujeres, fueran ellas aristócratas, artistas o proletarias. ¿Hay, acaso, un movimiento más moderno que el Feminismo? Pues eso.

Un museo (y un poema) de despedida
 
En tu próximo viaje a Lisboa no te pierdas el Museo Nacional de Arte Contemporáneo, donde están expuestas las obras de los artistas modernistas Amadeu Souza- Cardoso, Santa-Rita, Sarah Afonso o Mily Possoz. Está en el Chiado, como no podría ser de otra manera.

Y hoy me despido con un poema de Florbela Espanca, máximo exponente del  Modernismo portugués, y conocida por sus sonetos que tanto han emocionado a generaciones de adolescentes enamoradizos. La versión es de los Trovante, pero la canta Luisa Sobral. Ojalá te guste. 
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Obrigada por leres esta carta. Te escribo dentro de un mes.
Rita Barata Silvério
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