Una Carta con un libro debajo del brazo 

¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?   

Una mañana soleada de mayo de 1662, tras una travesía atribulada por el océano Atlántico, una princesita portuguesa de ojos oscuros llegó al puerto de Portsmouth tan mareada que sintió la urgencia de pedir un té. Pero los taberneros ingleses del siglo XVII estaban lejos de la sofisticación de la corte lisboeta y la descompuesta infanta se tuvo que conformar con una pinta de cerveza calentorra que le dejó aún con peor cuerpo. 
 

(Que dice que no hay té)

Aquella indispuesta chavalita recién llegada de Lisboa no era otra que la infanta Catarina de Bragança, hija de un multimillonario duque alentejano convertido en rey de Portugal en 1640 con el nombre de João IV, y que sería reina de Inglaterra gracias a su matrimonio con el británico Carlos II, un bragueta alegre que llevaba peluca y se gastaba fortunas en teatros, tabernas y señoritas.


(Estoy como un queso)

Esta boda de la única hija del primer rey de la casa de los Bragança garantizaría al reino de Portugal protección internacional tras la restauración de su independencia de España y a la endeudada Gran Bretaña una dote de dos millones de cruzados y un regalito que cambiaría su destino para siempre: el dominio de Bombay. Empezaba así el ocaso del imperio portugués en Asia y el principio de la historia de la superpotencia ultramarina británica cuyo poder llegó hasta el siglo XX. Todo gracias al “sí quiero” de una chavalita de Vila Viçosa.

Un poquito de buen gusto, por favor  

Catarina no era guapa, ni alta, ni especialmente lista, pero tenía una de las virtudes más apreciadas en las monarquías del siglo XVII: estaba forradísima y era una pijaza de categoría. Los Bragança eran descendientes de los reyes medievales portugueses, dueños de fincas, palacios y ganaderías por todo el Alentejo, primos de todos los cayetanos de la Península Ibérica y, encima, mecenas de músicos, pintores y artistas de medio mundo. Al casarse con Carlos II, Catarina pasó de vivir rodeada de lujo en la luminosa Lisboa a morirse de frío en una corte hostil y protestante, donde los nobles comían con las manos y las amantes del rey campaban a sus anchas por las alcobas reales. Todo mal.


(Todo el día lloviendo en Londres)
 
Así, mientras Carlos II le daba a la caza mayor y retozaba con alguna de sus 14 amigas entrañables, Catarina introdujo en la vida de palacio el refinamiento, el buen gusto y algo tan revolucionario como la costumbre de comer con el tenedor. Cambió, además, las poco higiénicas vajillas de oro por las de porcelana china que se trajo en el ajuar y puso de moda en Londres la ópera italiana y las faldas por encima del tobillo.
 

(La belleza está en la cuenta corriente)

Pero ante todo, Catarina de Bragança fue una de las mayores influencers de la Historia. Harta de ingleses chismosos y comidas insípidas, empezó a invitar todas las tardes a sus pocas amigas a tomar el té acompañado con mermelada hecha con las naranjas que le mandaba su madre desde Lisboa. Y en un clásico culo veo, culo quiero, en poco tiempo no había marquesa, duquesa o señora bien inglesa que no tomara el té como señal de elevación, sofisticación y pijerío. Ahora sí, God Save the Queen del Alentejo!

Ya está aquí el libro de Cartas Portuguesas 

No sabes lo contenta que estoy de contarte que las Cartas Portuguesas ya han salido del horno y se han convertido en un libro precioso. Gracias a la infinita paciencia de Mr. Griffin, a la finísima edición de Ana Flecha Marco y al diseño de Andrea Galaxina, estas Cartas nuestras ahora pertenecen a una colección llamada Vía Postal, basada en "cartas de autoras que querrías que fueran tus amigas". Yo creo que tú y yo hace tiempo que ya lo somos. 


(¿A qué es ideal?)

El libro ya está en fase de preventa en la web de la editorial. Si lo compras aquí hasta finales de mes, te enviaremos una sorpresa que hemos hecho con muchísimo cariño y ganas de compartir memorias, olores y secretos de cocina. En Octubre se empezará a vender en librerías y entonces haremos una presentación super chula donde tendré todo el gusto de, finalmente, conocerte en persona.


(Si, soy yo)

Decía mi querida Tía Dinha que lo que no se escribe queda muerto en el olvido. Obrigada, mil veces gracias, por leerme cada quincena, tú eres la razón por la que robo horas al sueño, consulto bibliografía de historiadores sesudos, escucho podcasts camino al curro y me paso el día preguntando recetas a mi madre. Las Cartas Portuguesas ahora son un libro, pero seguirán llegando a tu buzón mientras estés de ese lado de la pantalla y quieras seguir caminando conmigo por nuestro Portugal. 

Pastéis de nata de despedida


Si estás en Madrid, pásate el próximo miércoles día 21 por el Mercado de la Paz. La querida María, de Maninha Sardinha, del puesto más chulo y portugués del Barrio de Salamanca, te regalará un pastel de nata.

Hoy te he preparado una playlist con las canciones favoritas de las Cartas Portuguesas, las que más escucho y las que me sé de memoria y canto a voces cuando voy conduciendo.

Y me despido de ti con Jorge Palma y un himno para estos tiempos de indecisión, dudas y algún que otro susto. Pase lo que pase, todo mejora. Enquanto houver estrada pra andar, a gente vai continuar. Enquanto houver ventos e mar,  a gente não vai parar. Pues eso.
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Obrigada por leres esta carta. Te escribo en quince días.

Rita Barata Silvério
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