Cartas desde la Raya

Una frontera de memoria y contrabando 

Existen en Portugal dos museos con nombres idénticos aunque separados por 613 kilómetros, regiones de climas opuestos y acentos que suenan antagónicos. Dos museos pequeñitos, desconocidos para los turistas, pero cuya historia está íntimamente ligada a la más fascinante y antigua frontera de Europa, mi querida Raya, la cuna sentimental y amorosa de mi familia. Son los Museos del Contrabando, uno situado en Vinhais, en el lejano y frío Trás-os-Montes, y el otro en Mértola, en mi querido y durísimo Alentejo


(Cargando la miseria)

Estos museos de memoria de frontera son el más fiel testigo del siglo XX ibérico y de sus desastrosas dictaduras, con la terrible posguerra y el racionamiento injusto, la miseria y el hambre que empujaron a los vecinos de la Raya al ilegal arte del extraperlo en las tenues líneas de la frontera, dando lugar a un sistema económico paralelo y peligroso que, a pesar de ser duramente castigado y perseguido, sustituyó al Estado hasta bien entrada la Democracia en su deber de proporcionar alimento y trabajo a aldeas paupérrimas. 
 

(El gran Rui Nabeiro)

El Contrabando no sólo fue la fuente de ingresos segura para miles de familias desde el Miño a la desembocadura del Guadiana, cómo dio origen a todo tipo de literatura, canciones y mitología popular basada en las increíbles aventuras de aquellos seres desesperados que cruzaban los ríos, barrancos y valles en las tristes noches de la Dictadura cargados de fardos llenos de harina, huevos, perfumes, ropa y café que venderían al otro lado de la frontera. 
El más célebre de nuestros contrabandistas fue Rui Nabeiro, a quien Portugal rinde estos días sentidos e institucionales homenajes tras su muerte a los 91 años. Fundador del imperio multimillonario que aglutina los Cafés Delta (y los Camello que tanto os gustan) este hombre de campo, currante y honesto dedicó toda su vida a devolver a sus paisanos lo que el contrabando le ofreció cada vez que cruzaba la frontera: prosperidad y comida sobre la mesa. Así son los hijos de la Raya, la tierra más generosa de la Península Ibérica. 

El carácter de la Raya  

Esta nuestra frontera, prácticamente intacta desde 1297, ha sido territorio fértil para batallas, reyertas, sitios y todo tipo de escaramuzas, o no fuera la Raya también la metáfora de nuestra Historia antagónica y disonante, en la que la amenaza constante de ser invadidas ha forjado la personalidad de las comunidades rayanas. Las fortalezas defensivas de Almeida, de la que ya te hablé, Elvas, Marvão o Valença, son ejemplos de aquella singular arquitectura militar que representó las relaciones diplomáticas entre Portugal y España en los siglos XVII y XVIII.
 

(Elvas mola todo)

La Guerra de la Restauración de la Monarquía portuguesa no fue más que una serie de revueltas transfronterizas, protagonizadas por tercios borrachos, desertores y pendencieros, mercenarios a punto de jubilarse y soldados mal pagados que se vieron arrastrados durante casi 30 años en una guerra que a nadie le interesaba ganar. Estas contiendas periféricas y absurdas ayudaron a marcar el carácter de los pueblos de la frontera portuguesa, a veces temeroso y otras desconfiado de ese vecino poderoso que en cualquier momento podía conquistar, arrasar y saquear en nombre de algún nuevo tratado firmado a miles de kilómetros.
 
Invasões Francesas | Capeia Arraiana - Sabugal - Guarda - Portugal
(Franceses go home)

Cuando la Familia Real portuguesa se largó cobardemente a Brasil huyendo de Napoleón dejando al pueblo indefenso y a merced de la ayuda (y el chantaje) de los ingleses, el ejército francés creyó que la conquista de Portugal sería un paseíto apacible y sin sobresaltos. Infelizmente para el general Junot y sus 26.500 soldados, tras la frontera de la Beira Baixa sólo se encontraron caminos de cabras, un clima imposible, campesinos cabreados y la resistencia a pedradas de las aldeas de frontera que llevaban defendiendo la integridad de su nación desde el siglo XIII. Esta es la condición rayana, defensiva, valiente y fiel a la tierra. 

La Raya Solidaria

Hay tantas historias alrededor de la Raya como marcos fronterizos en sus más de 1.200 kilómetros. Bloques de granito que llevan siglos garantizando la incorruptibilidad de la frontera aunque a veces se han demostrado tan inútiles como volátiles, como es el caso de las aldeas comunitarias de Rio d'Onor y Rionor de Castilla o los pueblos promiscuos transmontanos que no fueron ni españoles ni portugueses hasta mediados del siglo XIX. 

Soutelinho da Raia - Chaves - Portugal | para blog chaves.bl… | Flickr
(Soutelinho no es de nadie)
 
Y es que la identidad de estas minúsculas y cada vez más vaciadas aldeas rayanas se debe precisamente a esa cotidiana intimidad con un vecino que de tanto verse, ayudarse y quererse ya no es extranjero. Las recetas se mezclan, los amores no entienden de idiomas y hasta los ríos dejan de tener dueño. El Marco, una pequeña y deliciosa pedanía rodeada de alcornoques y encinas en la desconocida frontera entre Extremadura y el Alentejo, no solo comparte calles, comercios como el puente internacional más pequeño del mundo


(El valiente Teniente Seixas)

Pero la Raya es, sobre todo, solidaridad. La Guerra Civil Española empujó hacia la frontera portuguesa a miles de almas huyendo de la masacre y el horror. Del otro lado, les esperaba la policía y el ejército del fascista dictador Salazar, con órdenes de apresar y devolver a España a comunistas, jornaleros, disidentes, familias con niños. Los habitantes de la aldea alentejana de Barrancos, pegada a la provincia de Huelva, no fueron capaces de traicionar a sus vecinos. Y junto a los valientes tenientes Antonio Augusto de Seixas y Oliveira Soares, organizaron campos de refugiados, les alimentaron y se negaron a entregar a estos desesperados a las tropas del ejército de Yagüe, salvando así la vida a más de mil personas. En 2009 se le concedió la Medalla de Extremadura al pueblo de Barrancos, “ que alimentó y protegió como propios a los hijos de otra tierra. Que se arriesgó y acogió a los que nada restaba: Ni alimento, ni esperanzas, ni siquiera patria.” Nada que no haría un buen vecino rayano. 

Un clásico de despedida 
 
Hoy es Domingo de Pascua, un día emocionante para las familias portuguesas, en el que celebramos la reconciliación, el perdón y la suerte de poder empezar de nuevo.
Este año intentaré cocinar la receta de mi abuela Cristina del borrego assado mientras recuerdo los felices días en el campo alentejano, florido y fértil, con los niños correteando entre animales, alcornoques y flores minúsculas.

Y porque hoy es un día tan especial te dejo con el "Te Deum" del gran compositor del XVIII Francisco António de Almeida que tanto me gusta. Además, te recuerdo que tienes disponible una playlist con autores clásicos portugueses para que tu Domingo de Resurrección sea más bonito y luminoso. 
Te deseo uma boa e feliz Páscoa
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Obrigada por leres esta carta. Te escribo dentro de un mes.
Rita Barata Silvério
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